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Glaucoma

Glaucoma

El glaucoma es una enfermedad degenerativa y crónica que daña progresivamente el nervio óptico, provocando la pérdida de visión.

Qué es

El glaucoma, también conocido como la ceguera silenciosa, es una enfermedad potencialmente grave que lesiona de manera lenta, progresiva e irreversible el nervio óptico. Como consecuencia del daño causado a las fibras nerviosas de la retina, responsables de transmitir la información desde el ojo hasta el cerebro, se produce una pérdida de visión más leve o más severa dependiendo del grado de degeneración de dicho nervio. Al principio queda afectada la visión periférica y, con el tiempo, también la visión central.

El principal factor de riesgo de desarrollo de glaucoma es la presión intraocular elevada, que sucede cuando supera los 22 milímetros de mercurio (mm Hg). Para que la presión intraocular (PIO) se mantenga constante es necesario que haya un equilibrio entre la cantidad de humor acuoso (líquido incoloro con propiedades nutritivas y responsable del tono ocular) que se produce y que se elimina, contribuyendo de este modo al correcto funcionamiento del ojo. La presión intraocular puede elevarse cuando la eliminación del humor acuoso es poco eficaz o cuando aumenta su producción.

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Las personas con antecedentes familiares de glaucoma y los miopes son otros grupos de riesgo que deben mantener una especial vigilancia, sometiéndose a evaluaciones oftalmológicas periódicas, con la finalidad de descartar la enfermedad o de diagnosticarla cuanto antes.

El glaucoma es una patología frecuente que está presente en el 2% de la población mayor de 40 años y cuya incidencia aumenta con la edad. No obstante, se puede desarrollar a cualquier edad, incluso, al nacer (glaucoma congénito).

La importancia de esta enfermedad radica en el hecho de que sólo la mitad de los pacientes con glaucoma saben que padecen esta enfermedad. Esto es debido a que suele cursar de manera asintomática, por lo que resulta muy difícil detectarla hasta que no se encuentra en una fase avanzada.

Además, supone la segunda causa de ceguera en los países desarrollados, después de la diabetes. Sin embargo, la pérdida de visión irreversible es evitable en más del 95% de los casos.

Por ello, es fundamental realizar controles rutinarios para facilitar un diagnóstico temprano que prevenga sus consecuencias y, en caso de detectarla, recibir un tratamiento orientado a reducir la presión intraocular para mejorar el pronóstico de esta afección. Más aún en el caso de pacientes con factores predisponentes.

TIPOS DE GLAUCOMA

tipos de glaucoma

Aunque existen diversas clasificaciones del glaucoma, las más extendida se basa en la amplitud del ángulo iridocorneal de la cámara anterior (ángulo entre la córnea y el iris). Esta clasificación distingue entre:

  • Glaucoma de ángulo abierto.
  • Glaucoma de ángulo cerrado, también llamado glaucoma de ángulo estrecho.

Otras clasificaciones:

  • Según su origen: glaucoma primario y glaucoma segundario.
  • Según el momento que aparece la enfermedad: glaucoma congénito, infantil, juvenil y adulto.
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SÍNTOMAS

En la mayoría de los casos, el glaucoma se caracteriza por la ausencia de síntomas. De ahí que también se conozca esta enfermedad como la ceguera silenciosa.

En los glaucomas crónicos, que son los más frecuentes, la pérdida de visión se produce de forma muy lenta y progresiva. Además, las señales que el paciente puede percibir son poco específicas, casi imperceptibles, ya que no provoca molestias hasta que la enfermedad se encuentra en un estadio muy avanzado.

Los síntomas generales son dolor de cabeza por encima de las cejas, pérdida de la visión periférica, generando lo que se denomina visión de túnel, o borrosidad nocturna.

En muchas ocasiones, la persona que padece glaucoma no se percata de la presencia de esta enfermedad hasta que los daños provocados en el nervio óptico son irreversibles.

La ausencia de síntomas apreciables y el hecho de que la pérdida de visión sea irreparable hacen que el oftalmólogo aconseje realizar revisiones oftalmológicas completas de manera periódica a partir de los 45 años para mantener controlados la presión intraocular y el estado del nervio óptico.

Si el paciente sigue estas pautas preventivas para detectar y tratar a tiempo la enfermedad, se puede llegar a detener la pérdida visual que ocasiona.

En el caso particular del glaucoma de ángulo cerrado, esta forma aguda de glaucoma se acompaña de síntomas más severos como gran dolor ocular, halos alrededor de las luces brillantes, náuseas y vómitos o pérdida repentina de la visión, por lo que se suele acudir a urgencias oftalmológicas.

Los pacientes con perfiles de riesgo como personas con antecedentes familiares de glaucoma, diabetes, hipertensión arterial o enfermedades cardiovasculares, miopía elevada, hipermetropía, y en general, los mayores de 40 años deben permanecer especialmente vigilantes, sometiéndose a exploraciones rutinarias para descartarlo o facilitar su diagnóstico precoz. De hecho, el envejecimiento es uno de los factores más importantes que predisponen a padecer esta enfermedad, ya que con la edad deja de funcionar correctamente el sistema de drenaje del humor acuoso, lo que conlleva un aumento de la presión intraocular.